Bernini, Galleria Borghese

Arte que inspira… arte que cuenta historias…

La lucha por la pureza

La mitología grecolatina ha supuesto un tema recurrente para todas las manifestaciones artísticas a lo largo de los siglos. Música, pintura, literatura, escultura…  han reflejado, por diferentes motivos y desde distintos puntos de vista, las narraciones de los mitos de la Antigüedad. Sin embargo, no siempre fue la misma motivación la que llevó a los artistas de diferentes épocas a inspirarse en la mitología para elaborar sus obras. A continuación analizaremos cómo dos artistas de diferentes épocas y estilos, Garcilaso de la Vega y Gian Lorenzo Bernini, revisaron a través de la poesía y la escultura, respectivamente, el mito de Dafne y Apolo.

Esta narración se remonta a la disputa que mantuvieron el dios Apolo y el dios Eros. Apolo, hijo de Zeus, era un experto cazador y manejaba a la perfección el arco y las flechas. Un día, orgulloso de sus habilidades en el terreno de la caza, se burló de Eros por portar armas similares a las suyas y estar practicando con ellas. Ofendido y humillado por las palabras de Apolo, el joven Eros urdió una terrible venganza contra su detractor: le disparó una flecha de oro, cuyo efecto fue el profundo e inmendiato enamoramiento de Dafne, hija de la diosa Gea y del río Ladón (o, según la versión, del río Peneo). Para que ese amor nunca fuese correspondido, Eros disparó a Dafne con una flecha de plomo, que provocó un absoluto rechazo por Apolo.
Cegado por el amor, Apolo se dispuso a capturar a Dafne para hacerla suya, y, tras una agitada persecución en la que Dafne se resistió hasta la saciedad a ser capturada y en la que Apolo estaba a punto de alcanzarla, la bella joven imploró ayuda divina para evitar ser apresada. En ese momento, se produjo la famosa metamorfosis de Dafne, que fue convertida en laurel por los dioses.
Apolo, abrazado al árbol en el que se había transformado su amada delante de sus propios ojos, lo acarició y lo besó, sabiendo que su amor jamás podría ya realizarse. El dios cubrió sus cabellos con una corona hecha por hojas del árbol y de ese modo sintió que jamás se separaría de ella.

Poynter, Private collection

Arte que inspira… arte que cuenta historias…

Orfeo luchó por Eurídice pero al mirar atrás se desvaneció

Orfeo, el hombre reconocido por la hazaña de desafiar con su armonía a uno de los dioses más poderosos de Grecia, a Hades, dios de las profundidades, en donde habitan las almas desprovistas de cuerpo; a este lugar sólo se puede llegar cuando se abandona el cuerpo. Orfeo entra allí ‘embriagado’ de amor (poseído por Eros), para componer con su Lira cantos que evoquen la presencia de la musa Mnemosine, aquella que activa las imágenes primarias contenidas tanto en dioses como en hombres. Orfeo, a través de su melodía, le recuerda al dios del Inframundo ‘las normas y sabias costumbres’ para así conmoverlo a retornar a su querida Eurídice, pues  ella es su inspiración, y su ausencia, es la ausencia de la belleza en las cosas que le rodean, sin la cual un aedo o un citarista no podría revelar el mensaje de las musas.

La poesía de Orfeo es ‘el propio canto de Apolo, es decir, expresión, manifestación, música y letra, pero en cuanto a su contenido, reproduce –a través de la pasión dionisiaca- el mismo misterio de Dionisos’.  Por ser Hijo de Apolo y de la Musa Calíope,  Orfeo posee la dualidad que integra a Apolo y a Dionisos: su carácter sapiencial y el conocimiento del mundo divino, expresado en el mundo de la realidad, a través de la apariencia es dado gracias a los atributos de sus padres. Apolo le  proporciona la adivinación, a través de la Lira; y Calíope le ha dado uno de los cantos mas importantes que poseen las musas, pues ésta, además de otorgar una bella voz, le ha proveído de sus contenidos, es decir, de la ‘proclamación de la verdad’, propia de Dionisos.

Hades conoce del origen de Orfeo y de la gracia que le fue concedida por los dioses, pero también comprende, tras escuchar su armoniosa melodía, la ‘locura’ -pathos- que Eros ha puesto en Orfeo, cuando a través de la lira le ha inducido a asistir al Hades, sin antes morir. Allí, Orfeo ha entonado una melodía que narra cómo siendo amante de una amada ausente, y poseído por Eros, deambula con su lira entorno a Eurídice; y al caminar sin rumbo por la melancolía, su naturaleza (divina-poética) le ha indicado cómo asistir al Hades para acudir al encuentro de su amada: – Es así como llegué a este lugar con la lira para convencerte ¡oh custodio y morador del Inframundo! de la necesidad que tengo de la Ninfa Eurídice.

Hades conmovido con la bella y armónica manifestación de Eros -el dios del amor-, pero además, conocedor de los designios de los dioses evocados a través del canto de las musas y ahora en la poesía lírica en Orfeo, le concede a este hombre – dios lo solicitado, pero a cambio le pide dejar allí ‘sin develar’ lo que es propio del lugar: Su carácter oscuro y misterioso: No podrás mirar a Eurídice mientras estés aquí; sólo tornarás la mirada hacia ella, cuando salgan de las profundidades de mi territorio.

Pero Orfeo, hombre – dios, que poetiza el mundo desde lo vivido, se hace impaciente, desea cerciorarse de ser visto por ella, desea sentir su aliento. Es entonces cuando mira hacia atrás, aún sabiendo que dicha violencia a la palabra pactada, implica también, el rompimiento de lo acordado y Eurídice regresa al Hades. Esta necesidad que Orfeo siente por Eurídice, y por conocer su mirada en el Hades, es la que le hace volver su mirada hacia ella, dudar de sí y del pacto hecho con Hades, ocasionando su desvanecimiento en la oscuridad. Pero ese instante de ‘desvanecimiento en la oscuridad’ también se convierte en la eternidad, es decir, en el tiempo que no envejece.

De esta unión se despliegan las nacientes artes que antes Apolo tenía a su cargo, puesto que él ‘…con sus himnos alegraba el inmenso corazón al padre Zeus, cantando al unísono el presente, el futuro y el pasado’ y en compañía de las musas y de sus delicadas voces, cantaba ‘las ordenanzas y prudentes costumbres de todos los inmortales’. Ahora es Orfeo quien orienta las rapsodias, quien se hace visible a otros a través de sus poemas; su corporeidad está en la relación que establece con los lectores y escritores que encuentran en su mito, una posibilidad de ‘agotar el infinito, poner término a lo interminable’ y hacer un eco, con las palabras de las imágenes vistas, sentidas e imaginadas.

Orfeo atribuye dicha importancia a Mnemosine (la memoria), pues es ella quien ‘extrae del pozo de la visión mistérica y, mientras apunta hacia el pasado, conduce por medio de la poesía a la experiencia iniciática, de donde brotan las imágenes de los dioses’.

La poesía Lírica de Orfeo en el Hades constituye en una de las figuras míticas que puede representar el discurso griego; pues su obra, es una de las primeras maneras en que el hombre difundió su pensamiento, a partir de la profundización de éste en aquellos lugares inhóspitos a los que podía acercarse a contemplar las imágenes de la psique, a aquellos territorios a los que Carl Gustav Jung llamo ‘Psicoides’, y que se encontraban en el inconsciente colectivo.