Todo son pruebas por superar

Arte que inspira… arte que cuenta historias…

Lancelot MSM.805 fol. 34v., Morgan Library

Los trovadores celebran los innombrables desafíos y pruebas que jalonan la pasión amorosa. 
El amor es un afecto violento que reclama un tratamiento vigoroso. Producido por una mujer, a menudo inconscientemente, este efecto penetra en el amante por los sentidos, en particular por la vista, y va a alojarse en el corazón. Desde allí, llega al cerebro y al cuerpo que, con el corazón, forman los tres estadios en el hombre.
El amor caballeresco es una moral del guerrero: la vida del caballero está jalonada de desafíos a enfrentar y, a ese título, la conquista de una bella y noble mujer constituye una empresa de elección, sobre todo si la ruta que lleva a la dama está poblada de emboscadas (el caballero choca con un padre posesivo, un marido celoso o, lo que es peor aún, con la virtud inflexible de la dama. Un tal desafío estimula la “locura” del caballero- su fervor guerrero-. Esta audacia es la sustancia misma de su honor y que lo empuja a seguir los caminos necesarios para la conquista de la dama-fortaleza.
La posesión de este trofeo vivo alimenta la gloria del caballero a sus propios ojos y él, lo supone, a los de la dama conquistada, pero sobre todo asegura su prestigio ante sus pares, que son los verdaderos jueces de su valor. El honor del guerrero consiste en superar el desafío encarnado por la mujer; las pruebas del amor caballeresco son los juegos deportivos y militares necesarios para su conquista, y si descuenta que su coraje le valdrá el amor de la amada, no es menos cierto que es su posesión lo que persigue.
La enfermedad del amor en la medicina medieval