Mira, al final lo más importante en las exposiciones es el argumento, el argumento novedoso que se plantea a la hora de interpretar obras de arte, incluso obras de arte que las damos por muy conocidas como los cartones de Goya.
R. Yo creo que sí. Si nos interesa especialmente el Prado, este es un museo muy de artistas, en el que está muy presente la individualidad y el genio del artista. Hay artistas con vidas más legendarias y otros con vidas que o bien fueron bastante normales o de las que desconocemos mucho aún, como Velázquez, que es prácticamente un artista tutela del Prado y del que sabemos muy poco realmente. Pero nos interesa también la visión singular del artista.
P. ¿Qué tiene el Prado que ofrecer a esta sociedad en crisis?
R. Lo primero, el poso de la historia; el pasado, que siempre es fundamental para poder posicionarnos en el presente y en el futuro. En el Prado se conserva un pasado excelente de España y creo que esto es un servicio importante que el museo puede ofrecer a la sociedad. Y luego, en lo más personal, el Prado es una especie de refugio. En un momento de turbulencia y de desorientación, la visita al Prado es una visita que te reconforta en lo íntimo, en lo humano. Tampoco tenemos tantas reservas como los grandes museos, para reconocernos en un camino de excelencia, de perfección, que es el camino del arte. Esto es muy importante. Además, si quieres encontrar un fundamento a la situación actual, lo encontramos en la historia moderna y contemporánea, y esa historia está en el Prado.
Ahora se nos han olvidado los mitos. El Prado está lleno, está lleno de mitos, de moralejas, de historias, de análisis de la condición humana. El museo está lleno de pistas de cómo somos, de nuestra identidad contemporánea. Los dos grandes asuntos que interesan al ser humano, el amor y la muerte, están amplísimamente representados en el Prado. En pocos sitios puede uno encontrarse tantos mensajes y tanta información sobre la condición humana como en el Prado.
P. ¿No pueden pecar los museos de saturar al visitante con información?, ¿no puede ser al final, una barrera entre el visitante y la obra?
R. Pues mira, hay museos en el mundo que son inabarcables por su dimensión, como el Louvre o el Brithis. En cambio, yo creo que el Prado mantiene todavía una escala bastante humana. Al final, lo que exponemos son 1.500 obras de arte, más o menos, todas ellas de una extremada calidad. Esto permite no desorientarte y tener una experiencia del museo más placentera. Sobre lo que me preguntabas, el museo debe ayudar a todos los públicos, con más o menos formación; tiene que ser accesible para personas que se inician en el arte y para aficionados expertos, que vienen habitualmente, que piden una relación más culta. El museo tiene que poder ofrecer su colección a todo el que entre por la puerta.
P. ¿Cualquier persona puede disfrutar de este museo?
R. Espero que sí (risas). Desde luego, ponemos todo nuestro empeño en que así sea. Pero mira, al final la experiencia del arte es una experiencia adulta, culta, intelectual y esto, por mucho que quieras rebajar Las Meninas a un estadio de imitación de la realidad, te estás quedando a un nivel muy bajo. Aún con nuestro empeño por hacerlo accesible, el museo es, y debe ser, un museo exigente.
P. Siento usted director del Bellas Artes de Bilbao, le cogió todo el boom del Guggenheim…
R. Al Bellas Artes le vino muy bien esa apuesta que la ciudad hizo por el arte y por la cultura, de una forma decisiva. Decía Bernardo Atxaga que el Guggenheim era como la catedral, el Duomo, mientras que el Bellas Artes era como el Baptisterio. Pero sí, le vino muy bien porque supo aprovechar el tirón para ponerse otra vez al servicio de la sociedad.
Además, el fenómeno de Bilbao, para los que somos de allí lo conocemos muy bien, pero es un fenómeno que ha revolucionado a todos los museos internacionales. Surgieron nuevas responsabilidades que antes no existían en los museos, como conocer el impacto económico que los museos tienen en una ciudad. Esa fue una preocupación que surgió gracias al Guggenheim o la medición de visitantes y el grado de satisfacción de su visita. En el fondo, el Guggenheim supuso un nuevo modelo.
P. ¿Es, precisamente, el Guggenheim el ejemplo de cómo puede un museo transformar una ciudad?
R. Radicalmente sí. Bilbao ha hecho muy bien muchas cosas y el Guggenheim es quizá, la guinda a todo un proceso de transformación. Un elemento fundamental.
A. Petit